Confío en los corredores
porque siempre, siempre, siempre salen a correr,
porque mientras sus hijos se hartan toda la coca del mundo
ellos en cambio sueñan con hacer ejercicios, hacer pesas y correr.
Simplemente corren.
Corren y no piensan en sus esposas,
de cuyas vaginas tiesas salen palomas nostálgicas,
como de un cráneo hendido.
Corren, van a la oficina, se beben una copa con los amigos,
suyo es el tarot infinito del tedio.
Confío en los corredores porque son predecibles,
porque van en las calles aún sin carros, temprano en la mañana,
mientras sus madres vomitan por la quimio.
Son bellos, los corredores.
Son bellos, los corredores.
Son bellos, los corredores.
Poemas-abortos. Considérese este blog un altar de mis fetos sucesivos, está destinado a reunir las sustancias residuales. Puah… La web es la tremebunda fosa séptica que la totalidad de los poetas esperábamos desde el principio de los tiempos, el Amatitlán en donde podemos vomitar todo aquello que no se alzó a la luz de ser libro, el basurero sinfónico: la Zona 3. Y ya se sabe que en la Zona 3 nunca hubo cocaína: sólo veneno y gamezán. Maurice Echeverría.
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