Poemas-abortos. Considérese este blog un altar de mis fetos sucesivos, está destinado a reunir las sustancias residuales. Puah… La web es la tremebunda fosa séptica que la totalidad de los poetas esperábamos desde el principio de los tiempos, el Amatitlán en donde podemos vomitar todo aquello que no se alzó a la luz de ser libro, el basurero sinfónico: la Zona 3. Y ya se sabe que en la Zona 3 nunca hubo cocaína: sólo veneno y gamezán. Maurice Echeverría.


Catorce pájaros

Yo creo que ya va siendo hora
de soltar a los pájaros.
Yo creo que los pájaros
han quedado atrapados en oscuros archivos,
que es hora de soltarlos.

Ya, vamos de una vez, es hora de soltarlos.

La nada se afeita con catorce cuchillas.
Luego va a la calle, y contempla el escenario.
Pasea en la avenida, y la gente la saluda.

(Así resbalan las verdes espumas.
Y los años envían sus postales culpables.)

Nos han traspasado innumerables jornadas.
Jornadas como monedas oscuras
en el parquímetro del silencio.

Se ha doblado el universo en un solo punto,
pequeño, pequeñito, más pequeño:
como un lunar, como un cáncer no descubierto.
Ya no ponemos los ojos en él,
lo empequeñecemos nosotros,
nos inventamos un gran cansancio imaginario,
para cubrirlo, para ya no verlo.

Es un punto.

Son catorce pájaros.

Son catorce mudos testigos.

Mañana serán quince. Y después serán más.
Y todos, sin excepción, habrán visto
el acero sucio golpeando la seda, golpeando el sudario transparente,
sentido la verdad goteando sobre una caja dura.

Entonces, qué más da.
¿Por qué no soltarlos de una vez,
a los pájaros, a los eternos pájaros,
para que digan su verdad?
 
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