Mis puños sangran en Venecia.
Todas las palomas
vienen a beber de mi sangre.
¡Llamen a los carabinieri!
¡Me están comiendo vivo!
En una calle nos separamos,
a propósito, con maldad,
por la mera gracia de hacerlo
y saber si nos encontraríamos
más tarde en otra calle,
para luego perderse otra vez,
a propósito, etc.
Efectivamente,
nos encontramos más tarde,
peleamos y nos dimos besos
sobre el puente trágico.
Y luego efectivamente
seguimos peleando
porque tú querías
comprar cosas minúsculas,
y yo, más exasperado,
quería vagar, quería vagar.
Pero así es a veces la verdad:
talvez de vidrio,
talvez de Murano,
hombre y hembra
a punto de abandonarse
en Venecia,
hombre y hembra
a punto de abandonar Venecia,
hombre y hembra
y Venecia abandonada.
En el agua, debajo del puente
y hasta el fondo
una niña juega
con pequeñas góndolas de madera.
Hace calor, y hace frío.
Mis puños sangran en Venecia.
Poemas-abortos. Considérese este blog un altar de mis fetos sucesivos, está destinado a reunir las sustancias residuales. Puah… La web es la tremebunda fosa séptica que la totalidad de los poetas esperábamos desde el principio de los tiempos, el Amatitlán en donde podemos vomitar todo aquello que no se alzó a la luz de ser libro, el basurero sinfónico: la Zona 3. Y ya se sabe que en la Zona 3 nunca hubo cocaína: sólo veneno y gamezán. Maurice Echeverría.
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